Es el reconocimiento a los estudios que ayudaron a develar
cómo es el transporte de moléculas dentro de las células. Un proceso vital que,
cuando falla, puede ser la causa de varias enfermedades.
La temporada 2013 del Nobel arrancó premiando a tres
investigadores que lograron desentrañar un proceso tan complejo como básico
para la vida: el transporte que se produce dentro de las células, un hallazgo
clave para poder entender las causas de enfermedades tan disímiles como la
diabetes, el Alzheimer y la fibrosis quística.
El Nobel de Medicina lo recibieron los estadounidenses Randy
Schekman y James Rothman, junto con el alemán Thomas Südhof, y se repartirán el
premio de 1,2 millón de dólares. Los tres investigan en Estados Unidos y, si
bien realizaron sus estudios por separado, “cuando se encontraron comprobaron
que investigaban los mismos mecanismos, las mismas proteínas y el mismo
resultado final. Hay que imaginarse el descubrimiento como un proceso. Comenzó
en 1980 y finalizó en algún momento de 2002”, explicó Jan Andersson, miembro
del Comité Nobel de Estocolmo.
¿Qué es el transporte celular? Es el mecanismo mediante el
cual cada célula del organismo conduce constantemente una cantidad de moléculas
al lugar preciso. Tiene que suministrar energía, “empaquetar” proteínas,
eliminar desechos. Los errores que se presenten en este proceso pueden causar
diversas enfermedades hereditarias, trastornos inmunológicos y problemas
metabólicos, como por ejemplo la diabetes.
Los tres investigadores explicaron que las células completan
este proceso a través de pequeñas “burbujas” llamadas vesículas, que actúan
como un transporte de carga intracelular. Sus trabajos ayudan a explicar de qué
modo esta carga es entregada al lugar adecuado en el momento justo.
“Imaginen a centenares de miles de personas circulando por
cientos de miles de calles. ¿Cómo van a hallar el camino correcto? ¿Dónde
parará el micro para abrir sus puertas y dejar salir a pasajeros? Existen
problemas similares en la célula”, graficó el secretario del Comité Nobel,
Goran Hansson.
Un ser humano está formado por entre 10 y 100 billones de
células, que tienen miles de tareas diferentes porque, por ejemplo, una célula
renal no es comparable con una neurona o un espermatozoide.
Con semejante complejidad, parece increíble que el
transporte de sustancias funcione de manera tan precisa. Y cada uno de los
investigadores premiados hizo su aporte para desentrañarlo.
Usando levaduras, Schekman identificó diferentes genes sin
los cuales el transporte en las células terminaría en un caos. Rothman
descubrió en células de mamíferos que pequeños sacos denominados vesículas
pueden transportar diferentes moléculas y que existen proteínas especiales
sobre ellas y que encajan en determinados lugares de la membrana celular, como
si fuera un cierre, para que sólo al dar en el lugar exacto liberen el
contenido. Las instrucciones para ese tipo de marcaciones estaban en los genes
detectados por Schekman. Y, por último, Südhof investigó la forma de
comunicación de las neuronas y vio que las sustancias mensajeras en el cerebro,
los neurotransmisores, también son transportados en vesículas.
Las fallas en este sistema pueden determinar diversas
enfermedades.
En la diabetes, por citar un caso, hay errores en el proceso
de liberación en la sangre de la insulina. En el Mal de Alzheimer, fibrosis
quística o tétanos, también hay fallas en ese sistema. Ya varios enfoques
terapéuticos para el tratamiento de estas patologías se basan en el trabajo de
este trío de investigadores. Hay intentos de dominar las infecciones de
VIH/Sida con sustancias que puedan inhibir determinadas fusiones en las
membranas, y médicos dedicados al cáncer investigan la importancia de la
comunicación entre células para el crecimiento tumoral. En cuanto a la
diabetes, uno de los posibles objetivos es el control de la secreción de
insulina.
“ La gente común puede beneficiarse gracias a estas
investigaciones fundamentales sobre el modo en que funcionan las células, que
tiene consecuencias inesperadas y espectaculares sobre sus vidas”, destacó
Schekman, profesor de la Universidad de California en Berkeley. Y fue optimista
en sus anticipos y posibles aplicaciones: “La ciencia avanzará. Somos
entusiastas por lo que hacemos en nuestro laboratorio”.
Fuente: Diario Clarín
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