El especialista de la OPS, Luis Alfonzo, dijo en Rosario que
la violencia está mucho más relacionada al tráfico que al consumo.
"Muchas veces, el sistema de salud se parece a un
laberinto, la mayor parte de las personas no sabe por dónde entrar",
señala Luis Alfonzo, médico psiquiatra y asesor de la Organización Panamericana
de la Salud (OPS). Está al frente de un auditorio lleno de funcionarios,
responsables de equipos y trabajadores del área para analizar las políticas
existentes sobre el consumo problemático de drogas. Y destaca que, hasta ahora,
el abordaje "ha estado sesgado por visiones preconcebidas, que están en el
ámbito de la seguridad, y la salud pública se ha ocupado poco del tema. Pese a
que se trata de uno de los elementos y una de las justificaciones de las
acciones antidrogas, las políticas han tenido muy poco que ver con la
salud".
Alfonzo llegó a Rosario en el marco de un convenio de
cooperación técnica entre la provincia y la OPS para trabajar en un plan
estratégico con el cual abordar los consumos de sustancias que "no sea
letra muerta, sino que permita orientar y guiar acciones", según lo
definió la directora de la Aprecod, agencia creada recientemente para la
prevención y el tratamiento de las adicciones.
Mitos
El especialista formó parte del equipo de la Comisión
Interamericana para el Consumo de Abuso de Drogas y actualmente se desempeña
como asesor regional para abuso de sustancias en la OPS. En una entrevista con
La Capital, analizó los mitos que asocian violencia y consumo de drogas, la
necesidad de contar con sistemas de información adecuados y el reto que
representa para la salud pública atender estos problemas.
"Cuando estamos hablando de la peligrosidad y la
violencia asociadas al uso de sustancias estamos hablando de un mito. Hoy en
día la violencia está mucho más relacionada al fenómeno del tráfico que al
fenómeno del consumo. Tanto con el fenómeno del tráfico como actividad ilegal,
como con las medidas que los estados implementan para contrarrestar el tráfico.
Ahí es donde se producen los muertos y las principales lesiones", aseguró.
—Pero la preocupación por el consumo parece relacionarse
siempre con las situaciones de violencia relacionadas con el narcotráfico o la
venta al menudeo....
—La conceptualización que se hace sobre un tema complejo
como el tema del consumo de sustancias, a veces incluye elementos que no se
corresponden necesariamente con lo que está ocurriendo. El hecho de que
coexistan en un mismo momento la conducta violenta, el consumo de sustancias y
el trafico de sustancias, no necesariamente se relaciona a un factor causal.
Generalmente se dice que el uso de sustancias es lo que ocasiona la violencia y
no necesariamente es así, muchas veces son poblaciones violentas o son
prácticas de crimen organizado que se incluyen dentro del negocio del tráfico
de drogas y que incorporan la violencia, pero no es generada por el consumo de
sustancias. Es decir, no son los consumidores de sustancias los violentos. Creo
que hay una diferencia fundamental. A veces se le atribuye a las drogas un
carácter pervertidor, como si tuviera un potencial por sí misma, pero lo que
hemos visto en la historia es que poblaciones que se dedicaban al crimen
organizado, al contrabando, ahora pasaron a dedicarse al tráfico de drogas. O
que poblaciones que traficaban con armas, ahora trafican drogas también como
parte de esta dinámica de crimen organizado. Muchas veces se dice "llegó
la droga" como si fuese una especie de huracán o un terremoto que aparece
de repente en alguna parte y negamos el componente de la dinámica social que
sirve de caldo de cultivo para que este tipo de negocios y este tipo de
actividades se desarrolle.
—¿Como entra en esto el sistema de salud?
—Desde la perspectiva de salud pública, lo que tratamos es
de proteger a la población que de alguna manera está siendo victimizada por
este fenómeno. Y cuando hablamos de enfoque de salud pública tenemos que
incluir a los consumidores, a sus familiares, a las víctimas de la violencia de
cualquier tipo. A las víctimas de la violencia por acción del crimen
organizado, pero también a las víctimas de la violencia que ocasionan muchas
veces los mecanismos de control del Estado. Aunque, por supuesto, todo esto
debe estar acompañado de intervenciones en contra del crimen organizado, no
contra los consumidores que son los que visiblemente más aparecen como el
objeto de estas intervenciones. Es un reto importante para la salud pública
atender toda esta dinámica. Es importante clarificar este tema, informar
adecuadamente a la población, porque, además, muchas veces vemos que existe una
matriz de opinión negativa hacia el consumidor de sustancias que, en última
instancia, es el eslabón más débil de una cadena de un gran negocio que se
nutre como una especie de moledora de carne de la vida de estos sujetos.
Entonces, la mirada de la salud pública va orientada hacia la protección de
estas personas.
—¿Esta preparado el sistema de salud para enfrentar este
desafío?
—La salud pública tiene conocimientos suficientes que la
habilitan para abordar este tema. Lo que estamos tratando de hacer con esto no
es generar una estrategia a partir de la nada. El sistema de salud tiene un
conocimiento que ha acumulado para el abordaje de los distintos problemas que
se le han planteado. Desde la epidemiología se puede dar cuenta cómo es el
comportamiento de este fenómeno y de qué manera se puede abordar. Hasta ahora,
el tema ha estado muy sesgado hacia visiones preconcebidas, que están en el
ámbito de la seguridad, y la salud pública se ha ocupado poco del tema. Pese a
que se trata de uno de los elementos y una de las justificaciones de las
acciones antidrogas, las políticas han tenido muy poco que ver con la salud.
—¿Cuál es la clave de esta nueva mirada?
—Pasa por abordar este tema como un tema de derechos. El
sujeto consumidor por el hecho de ser consumidor de drogas no está desprovisto
de sus derechos fundamentales, el derecho a la salud, el derecho a la vida, a
la integridad, el derecho a la defensa, a la autodeterminación. Entonces se
trata de poder mirar como el sujeto no está desposeído de esos factores y puede
tomar una decisión con respecto a sí mismo. Eso va a implicar la manera en como
se aborda, la información que debe recibir, de las opciones que se le deben dar
y, sobre todo, las opciones que tienen que ver con la recuperación y la
rehabilitación a la cual él y su familia tienen derecho.
Fuente: La Capital
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