Médicos de los hospitales Fernández y San Martín, de La
Plata, estudian el deterioro cognitivo asociado con el uso del respirador.
Olvidos, fatiga mental y problemas de atención o
concentración pueden afectar a hasta un 30% de los internados en terapia
intensiva que utilizaron respirador. La buena noticia es que la rehabilitación
física y cognitiva durante la internación contrarresta esas secuelas.
"Los pacientes que ingresan a cuidados intensivos y
necesitan ventilación mecánica reciben también una combinación de fármacos. En
general, sufren de delirium, una disfunción cerebral que se está asociada con
el deterioro cognitivo posterior a la terapia intensiva. Lo que nos preguntamos
es cómo un paciente que no tiene un daño neurológico en el momento de la
internación lo tiene cuando se va de alta. Y son personas que estuvieron unos
cuatro días con respirador", señala Ignacio Previgliano, jefe de la Unidad
de Terapia Intensiva del Hospital Fernández y director del Curso Superior de
Especialista en Terapia Intensiva de la Universidad Maimónides.
Un primer informe publicado hace 15 años en el American
Journal of Respiratory Critical Care Medicine describió el caso de 55 adultos
de mediana edad que habían llegado a una unidad de terapia intensiva (UTI) con
distrés respiratorio agudo. Al recibir el alta, las imágenes y los tests
neurológicos revelaron algún grado de deterioro cognitivo. Al año, el 30% tenía
demencia y se quejaba de problemas de memoria, atención, concentración o falta
de rapidez mental en el día a día.
Desde entonces, hubo 31 estudios sobre este posible efecto
no deseado del uso del respirador. El último es del año pasado, sobre 821
pacientes de entre 50 y 70 años con shock séptico (infección generalizada) y dificultad
respiratoria aguda, los dos motivos por los que tres de cada 10 personas en las
UTI necesitan asistencia respiratoria mecánica, según aclaró Previgliano. El
74% había tenido delirium.
A los tres meses del alta, un 70% de éstos tenía deterioro
cognitivo: mínimo en más de la mitad de los casos y compatible con el Alzheimer
en el 26 por ciento. Al año, esa proporción se mantenía casi estable (24%).
"Todos habían recibido asistencia respiratoria -resaltó el especialista
sobre los resultados publicados en The New England Journal of Medicine-. Al
alta, las imágenes cerebrales eran normales o con pequeñas alteraciones. Pero a
los tres meses, tenían atrofia con signos estructurales muy parecidos al
Alzheimer."
La rapidez con la que avanza es lo que tiene de
"único" esta secuela en jóvenes y adultos. De ahí su impacto en la
salud pública. "Cuando revisé los resultados de la anatomía patológica de
los cerebros de esos pacientes, que no habían fallecido por causas neurológicas,
detecté lesiones (edemas, isquemias o hemorragias, entre otros) -agregó-. Aún
no sabemos qué produce el deterioro cognitivo. Lo único común es el delirium
durante la internación y que actúa como disparador en la UTI."
Elisa Estenssoro, jefa del Servicio de Terapia Intensiva de
Hospital San Martín, de La Plata, coincidió con Previgliano en la necesidad de
evaluar a estos pacientes. "Les falta oxígeno en la sangre y hay que
sedarlos para que puedan recibir el respirador. Esto, más el trauma inicial y
otros tratamientos, les provoca olvidos y otros trastornos que alteran su
calidad de vida -indicó-. Cuanto antes se conocen, más rápido se podrán
tratar."
Para eso se aplica un test neurológico durante la
internación: CAM ICU, por su sigla en inglés. Es breve y consta de una serie de
preguntas simples (¿Un kilo pesa más que dos? o ¿hay peces en el mar?).
"Los terapistas pueden comenzar a trabajar con los
pacientes en respirador cuando se los estabiliza y están lúcidos. El ejercicio
se incorpora cuando el paciente se puede mover. Es beneficioso en el largo
plazo -dijo Estenssoro-. En la Argentina, aún no está muy desarrollada la
rehabilitación después de terapia intensiva."
En su hospital, se obtuvieron excelentes resultados en más
de 100 pacientes jóvenes. Allí, la doctora Andrea Das Neves se preguntó, como
Previgliano, por qué una persona termina siendo otra cuando sale de terapia
intensiva. En el programa multicéntrico que diseñó les preguntaron a los
pacientes cómo se sentían después del alta.
Sorprendió que respondieron con 90 o 95 puntos en una escala
de 0 a 100 (a mayor puntaje, mayor bienestar), aunque les costaba retomar sus
actividades. Para el equipo, podría ser anosognosia, un trastorno cognitivo que
impide tomar conciencia de la propia enfermedad: "El paciente está mal
objetivamente, pero dice que se siente bien", dijo Estenssoro, que
participó de la evaluación.
Todos consideraron "importante" estudiar a los
pacientes durante la internación, el alta, a los tres meses y al año, y
registrarlo en la historia clínica. "El delirium hay que buscarlo
sistemáticamente en los pacientes de la UTI en respirador", insistió
Previgliano, que este año entrenó a los equipos de las UTI de los hospitales
universitarios de Huizhou, Urumqi y Lanzhou, China, en la detección de esta
secuela.
Fuente: La Nación
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