Una reciente encuesta de Intramed indica que alrededor del
70% de los profesionales afirman haber sido víctimas de violencia física o
verbal; antes era el 54%.
Uno tendería a creer que la Navidad es una época de
reconciliación y buenos deseos. Pero para uno de los médicos del Hospital
Municipal Nuestra Señora de Luján, el 23 de diciembre no fue una jornada
particularmente pacífica: mientras atendía a una persona que se había quebrado
una pierna, el paciente sacó un cuchillo y se lo clavó entre las costillas sin
decir "agua va".
El caso no es más que un ejemplo extremo de las agresiones
que diariamente debe soportar el personal de salud, y que un trabajo que acaba
de publicarse en la revista de la Organización Panamericana de la Salud analiza
con alcance y profundidad inusuales.
Los resultados de la encuesta autoadministrada entre los
alrededor de 750.000 usuarios del sitio Intramed (un portal exclusivo para
médicos, www.intramed.net) son difíciles de pasar por alto: el 66,7% (casi 7 de
cada diez) de los encuestados refirieron haber recibido agresiones durante el
año previo; en el 63% de los agresores no se detectó alteración de las
facultades mentales; uno de cada cuatro de los lesionados debieron suspender
temporalmente su actividad laboral por las secuelas.
"Habíamos hecho una encuesta en 2006 y, aunque ésta es
un poco más compleja, queríamos comparar los resultados -explica Daniel
Flichtentrei, director de Intramed-. Nos encontramos con algunas sorpresas; por
ejemplo, que tienden a repetirse los problemas en los mismos lugares, es decir,
que la experiencia no condujo a cambios significativos. El escenario es el de
un clima de violencia social no mediada por el lenguaje, en el que el tiempo
hasta la respuesta violenta es cada vez más breve y en el que se han degradado
las figuras de autoridad."
El estudio, firmado por el propio Flichtentrei y María
Prats, de Intramed, por Carolina Travetto, Nadia Daciuk, Susana Ferna´ndez y
Patricia Ortiz, del Instituto Grupo de Estudio, Docencia e Investigación
(Gedic), y por Carlos Tajer, del Hospital El Cruce "Néstor Kirchner",
de Florencio Varela, analizó 19.967 encuestas respondidas entre el 3 de junio y
el 17 de diciembre de 2013 por médicos, enfermeros y odontólogos, con grado
universitario completo, de países de América latina. La mayor parte de la
muestra (77,1%) comprendió a profesionales de Argentina, México y Ecuador.
Violencia que ya es rutina
Entre otros datos, la investigación revela un aumento
significativo del informe de agresiones en comparación con la encuesta de 2006,
en la que el porcentaje fue de 54,6%. El crecimiento más notorio fue el de las
agresiones físicas, que pasaron del 2.2% al 11,3%; es decir, que uno de cada
diez profesionales agredidos fue víctima de violencia física en el desempeño de
su tarea.
Y si bien casos como el del Hospital de Luján desconciertan
y atemorizan, hay otras formas de agresión menos visible que ya se convirtieron
en rutina. "Estamos acostumbrados a leer noticias dramáticas en las que un
grupo de delincuentes entra a un hospital a robar drogas o a rescatar personas
baleadas ¬-afirma Tajer-. Ése es un aspecto de la violencia que tiene que ver
con algo estructural de la sociedad, pero en el que los médicos no pueden hacer
mucho. Es un extremo muy visible, pero no refleja el clima de violencia
cotidiana que se vive y que de alguna forma refleja el malestar entre médicos y
pacientes."
Flichtentrei, Tajer y sus coautores analizaron durante meses
miles y miles de respuestas sobre distintos aspectos del problema, desde si
había personal de seguridad en el momento de la agresión, hasta cuáles fueron
los desencadenantes. Entre estos últimos factores figuran "la demora en la
atención (44,2%), la carencia de recursos (33,6%), los informes médicos (28,2%)
y la comunicación de fallecimientos (8,6%). Las primeras dos reflejan aspectos
deficitarios del sistema de atención. La demora en la atención es un problema
grave, en particular en sectores de emergencia, y refleja problemas de
organización y disponibilidad de personal necesario y debidamente
calificado".
En ámbitos públicos y privados
Contra lo que podría pensarse, la agresividad contra los profesionales
de la salud no varía sobremanera entre los centros públicos y privados, ni
tampoco depende de la presencia de personal policial. Para Flichtentrei,
"los desencadenantes son los mismos en todos lados: impaciencia, ansiedad.
Los pacientes sienten, muchas veces con razón, que su caso es el más
importante. Es una situación que responde a una gran multicausalidad: caída del
prestigio social del trabajador de la salud, deficiencias del sistema,
irascibilidad social. El lenguaje se ha ido degradando, las personas no
encontramos las palabras para expresar las emociones. La gente identifica al
profesional como el responsable de las carencias de un sistema y se ha perdido
de vista que médicos y pacientes padecen las mismas carencias. Los problemas
que son reales se montan en una situación social. Si hiciéramos una encuesta
entre los maestros probablemente arrojaría resultados parecidos".
"Muchas agresiones tienen que ver con el sistema
sanitario -coincide Tajer-: largas esperas, malas noticias que no se comunican
adecuadamente, falta de espacios para contener los malestares masivos que uno
tiene cuando un familiar está enfermo, guardias atestadas. Y el sistema privado
tampoco satisface: los tiempos de consulta son muy breves, los pacientes pasean
entre especialistas que no están comunicados entre sí. Tenemos un sistema muy
perturbado. En general, los médicos vivimos con mucha vergüenza las agresiones,
es muy ofensivo y cuesta mucho plantearlo entre colegas, pero se necesita que
este tipo de conflictos se dialoguen cotidianamente, que los médicos reciban
entrenamiento individual para la comunicación con el paciente. Tener lugares
donde canalizar reclamos o quejas que permitan mejorar el vínculo con la
institución es muy aliviador. Hay que tomar conciencia de la situación porque
sólo de esa manera se pueden corregir errores."
Qué dice el estudio
- Se analizaron 19.967 encuestas.
- El 66,7% refirieron agresiones.
- El 11,3% sufrieron violencia física.
- El 73,4% ocurrieron en instituciones públicas.
- El 13,8% de los agresores estaban intoxicados por alcohol o drogas.
- El 13,9% estaban alterados por otra causa o enfermedad psiquiátrica.
- En el 63% no se detectó alteración de las facultades mentales.
- El 28% de los lesionados debió suspender temporariamente su actividad laboral.
- Los desencadenantes más frecuentes fueron la demora en la atención y la carencia de recursos.
Fuente: La Nación
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