Crece el alerta por los "agujeros" de los sistemas
en el área de salud. Delincuentes informáticos ahora buscan historias clínicas
de los pacientes.
Alguna vez fue al médico? Si no fue, felicitaciones, debe de
ser la persona más saludable del planeta (comparta su secreto). Pero seguro que
la mayoría de quienes están leyendo esta nota debió hacer al menos una visita
al doctor, ya fuera para someterse a un chequeo, un análisis o para tratar
alguna dolencia. Cada una de esas visitas se suma a su historial médico, lo que
genera una hoja de vida con sus datos más privados: su nombre y apellido, su
dirección, su fecha de nacimiento, detalles médicos y hasta la información de
sus métodos de pago.
Con el avance de la tecnología, las historias médicas se
pasan a formato digital y, por lo tanto, a las bases de datos de usuarios de
los centros de salud. ¿Qué pasaría si toda esa información terminara
filtrándose en internet?
Un estudio realizado por el Instituto Ponemon en Estados
Unidos, respaldado por la firma de ciberseguridad ESET y divulgado en febrero
de este año, reveló que las organizaciones sanitarias consultadas sufrieron al
menos una falla cibernética por mes en los últimos 12 meses, casi la mitad de
las cuales involucró la pérdida o exposición de la información de sus
pacientes. Las causas de estas fallas fueron de distinta índole: sistemas,
dispositivos médicos inseguros, ciberataques, brechas en dispositivos móviles
de los empleados o robos de identidad. Todas, si no prevenibles, porían ser
manejables.
Las consecuencias de este tipo de brechas de seguridad
podrían no resultar tan evidentes a simple vista. Sin embargo, pueden tener
implicancias tanto a nivel económico para las instituciones como consecuencias
directas sobre el estado de salud del paciente, según explicó Lucas Paus,
investigador de seguridad de ESET.
"La historia clínica de un político podría ser crucial
para la estabilidad de un país", explicó Lucas Paus.
Un hospital californiano, por ejemplo, sufrió en 2015 un
ataque de ransomware, es decir, un código malicioso que encripta todos los
elementos en un equipo, impidiendo a su propietario acceder a ellos, para luego
exigir una suma económica para su "rescate".
Imagine esta situación: usted se presenta en la emergencia
de su centro de salud por determinado problema y se le debe suministrar algún
medicamento. El médico quiere acceder a su historial para comrpobar si es
alérgico a alguna droga, pero no puede porque los datos están retenidos por un
ciberdelincuente. ¿Y si se tratara de un caso realmente urgente? ¿O si el
ciberdelincuente cambiara deliberadamente alguno de sus datos?
Los atacantes muchas veces no dirigen sus códigos maliciosos
a determinado hospital, pero esto es lo que los hace más peligrosos.
"Muchas veces, la historia clínica de un político podría ser crucial para
la estabilidad de un país. Hay personas que deberían cuidar mucho más la
confidencialidad de su historia clínica, sobre todo si son cargos públicos o
personas mediáticas", sostuvo Paus de ESET.
Una vez que la información llega a internet, es difícil
seguirle el rastro. Muchas veces se termina vendiendo en mercados negros, en
otros casos es utilizada con fines comerciales e incluso puede usarse para una
maniobra de robo de identidad. Las intenciones son tan variadas como la
cantidad de usuarios que tiene la red. Y, a diferencia de la pérdida de una
tarjeta de crédito, que puede darse de baja tan pronto como el usuario consiga
un teléfono, sus datos médicos no son fáciles de "resetear".
Se podría llegar a pensar que por el simple hecho de
trabajar con información tan sensible, los centros de salud toman por defecto
todos los recaudos para evitar estas brechas. Pero muchas veces el factor
tecnológico no es el culpable, sino errores humanos, por ejemplo, programadores
que se olvidan de "ordenarle" a su base de datos que la información
que contiene no debe aparecer en los resultados de búsqueda de Google.
A veces lo que falta es algo tan básico como una solución de
seguridad (como un antivirus); en otros casos son los propios profesionales de
la salud los que comparten información -incluso historias médicas- por WhatsApp
u otras aplicaciones. La brecha puede provenir de contraseñas de acceso
compartidas. Sí, todo esto sucede.
Además, muchas de las instituciones todavía dependen de
equipos muy antiguos cuyo software dejó de recibir soporte, como es el caso de
un hospital australiano en el cual todavía las máquinas funcionan con un
Windows XP que había sido infectado con malware.
Aún así, un estudio también realizado por el instituto
Ponemon, divulgado en mayo de 2015, reveló que la preocupación en cuanto a la
ciberseguridad de las instituciones de salud se centra más que nada en la
negligencia de sus empleados, mientras que la causa de la mayoría de las filtraciones
se debió al ataque de un cibercriminal.
El problema se encuentra en que muchas veces un sistema es
infectado y sus administradores no se dan cuenta hasta algunos años después,
cuando ya se filtró un gran volumen de información. El trabajo de los
cibercriminales requiere de sigilo y cuando su ataque pasa inadvertido es
cuando obtienen la mayor parte de sus "ganancias".
Dispositivos vulnerables
Un estudio realizado por la empresa de seguridad Bitglass
confirmó que el año pasado uno de cada tres estadounidenses fue víctima de una
brecha de seguridad en su centro de salud. Otro estudio de Ponemon determinó
que el valor de cada historial médico robado puede llegar hasta u$s 363.
Los expertos en seguridad solo esperan que estos números
sigan aumentando a medida que se incrementa la cantidad de dispositivos en el
mundo y se amplía la cobertura de conectividad. Así lo dice Maximiliano Alonzo,
especialista en ciberseguridad de la empresa uruguaya TIB. Esta afirmación vale
tanto para una banda deportiva como para dispositivos médicos controlados por
software.
Para el caso de las bandas deportivas y relojes
inteligentes, Paus destacó que es una de las mayores preocupaciones en el corto
plazo, debido a que ya existen ataques dirigidos a dispositivos con Android. Es
frecuente que los usuarios realicen en sus aplicaciones de bienestar y
ejercicio mediciones de su ritmo cardíaco, de la quema de calorías o de los
pasos que dan en un día.
"La seguridad va a tener que estar en todas las cosas,
no solamente en una computadora o un smartphone, sino en todas aquellas cosas
que estén conectadas a internet", señaló Paus. Estas aplicaciones
funcionan vinculadas a una cuenta (ya sea de Gmail o iCloud). Si un
ciberdelincuente accede a estas credenciales, todas sus mediciones estarán
expuestas.
Con los dispositivos médicos, la historia es más alarmante.
Estos funcionan con un software que los controla y que, como todo software, no
es infalible. Las consecuencias de las brechas de seguridad en estos pueden ser
nefastas. Alonzo ejemplificó con un caso en el que un hombre descubrió cómo
controlar la frecuencia de una bomba de insulina: una pequeña modificación en
su código podría llevar a una sobredosis. También es el caso de los marcapasos.
O el de un robot en un centro médico visitado por el especialista en
ciberseguridad Avi Rubin, de la universidad Johns Hopkins, que distribuía las
dosis de medicamentos de los pacientes de forma automática.
Todo esto se potencia con el aumento del uso de tecnologías
en la nube por parte de las empresas de salud. Según el informe de Bitglass,
37% de las organizaciones encuestadas para el estudio utiliza Google Apps u
Office 365 para desempeñar sus tareas.
Fuente: El Cronista Comercial
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