El arsénico está presente en la corteza terrestre, sobre todo de América. Contamina los cursos de agua y napas subterráneas. La población rural consume agua sin tratamiento y desconoce el riesgo a los que se expone.
En el mundo los sanitaristas afirman que una cañería de agua potable hace más por la salud de la población que los avances de la medicina, y como médica oncóloga coincido con ellos en este concepto, y me inclino en buscar el modo de reducir que las personas sufran esta enfermedad, acentuando las acciones de prevención, sabiendo que el único tratamiento es poder consumir agua sin arsénico. Su presencia en el agua de riego daña la salud, la producción y las economías regionales.
El arsénico es un veneno legendario presente en la corteza terrestre, prácticamente de todo el continente americano, a lo largo de la cordillera de los Andes y en diversos países, entre ellos la Argentina, donde se encuentra como contaminante en los cursos de agua y napas subterráneas, en especial los suelos drenados por el gran valle fluvial del Paraná y Río de la Plata.
De los 7.200 millones de personas en el mundo, 1.200 millones tienen insuficiente acceso al suministro de agua potable, y alrededor de 800 millones son habitantes rurales. La población rural consume agua sin ningún tratamiento y desconoce el riesgo al que está expuesta. De hecho, la mayoría utiliza el tradicional método de hervir el agua para potabilizarla, lo que en el caso del arsénico agrava el problema, por aumentar la densidad del tóxico.
En nuestro país, el origen del arsénico en las aguas subterráneas, es atribuido a la actividad volcánica ocurrida en los Andes durante el Cuaternario, y a ella se deben las altas concentraciones de arsénico que poseen los ríos. El mapa de arsénico de la provincia de Buenos Aires, asusta. Los casos de 9 de Julio, Bolívar, Pehuajó, Carlos Casares, Bragado, Alberti, Chivilcoy, Junín y Chacabuco, no son lugares aislados. Son las principales localidades en las que el problema es conocido porque los vecinos también se movilizaron. Pero son muchas más las que tienen el arsénico en niveles altos y todavía no saben que están consumiendo un líquido que les puede causar, entre otras cosas, cáncer.
Llegamos a enfermarnos tomando agua que se extrae de pozos excavados en zonas con sedimentos ricos en arsénico, o comiendo alimentos contaminados con agua que fue extraída de dichos pozos cuando tiene valores superiores a los fijados por la Organización Mundial de la Salud (máximo permitido 0,01 mg/l). Aun así, ante esta situación preocupante, nuestro país mantiene como máximo permitido el nivel de 0,05mg/l.
La enfermedad provocada por la ingestión continua de agua con contenidos de arsénico se llama hidroarsenicismo crónico regional endémico. Se trata de una enfermedad grave que, una vez instalada, es responsable de un daño irreversible que produce en algunos órganos vitales de nuestro cuerpo, y genera efectos carcinogénicos responsables como cáncer de piel, de vejiga, próstata, estómago, colon, y mucho menos frecuente de hígado y pulmón. También produce efectos aún más negativos que el cáncer, como enfermedades del sistema nervioso y vascular, produciendo gangrena en extremidades, insuficiencia coronaria, hipertensión arterial, y en el embarazo y la lactancia, puede ocasionar consecuencias adversas sobre la reproducción y el desarrollo fetal.
Hoy se sabe que afecta a 17 provincias argentinas: Salta, Jujuy, Tucumán, La Rioja, Catamarca, San Juan, Chaco, Santiago del Estero, San Luis, Córdoba, Santa Fe, Mendoza, Entre Ríos, La Pampa, Neuquén, Río Negro y Buenos Aires llegando a la costa atlántica, y se estima que la población que habita en áreas con aguas arsenicales es de alrededor de 4.000.000 habitantes, aproximadamente el 10% de la población de nuestro país. A su vez, 43% de los departamentos afectados tienen más del 30% de su población con necesidades básicas insatisfechas. En la Provincia de Buenos Aires, el 80% del territorio posee niveles de arsénico superiores al nivel apto para consumo humano En nuestro país se imponen los conocimientos que poseemos, las responsabilidades que reclamamos al Gobierno Nacional, y por su intermedio a las provincias y municipios, y el compromiso social en la toma de conciencia, que debemos asumir, ya que se trata de una condición sanitaria que debemos revertir.
En conclusión, con urgencia se requiere la pronta evaluación de los proyectos e iniciación de obras con una agenda que permita el control de su realización. Es decir, pasar del discurso a la acción. También, asumir la responsabilidad asignada para cumplir con el principio del derecho a la salud, que se basa en el derecho a una vida digna.
No es sólo el compromiso por la salud humana, sino también por la necesidad de lograr la eficiencia económica para disminuir los gastos sanitarios y consecuencias en la productividad económica de las poblaciones afectadas. El desafío que se nos presenta a los sanitaristas y a los gobiernos es brindar a la población agua potable y cloacas, generar energía con menores emisiones de gases efecto invernadero, lograr comunidades sostenibles, y que sea delito atentar contra la salud y el medio ambiente.
Fuente: Clarín
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